Las ciudades muchas veces crecen de forma desordenada y esa forma de crecimiento sin control provoca innumerables inconvenientes a todos sus habitantes. La falta de espacios libres y arbolados permiten la polución y el aire se vuelve irrespirable por la gran cantidad de gases perniciosos en la atmosfera. Cuando no hay una planificación ordenada y no se ejerce control sobre las nuevas edificaciones o ampliaciones de las ya existentes se puede producir un caos urbano con calles atestadas de automóviles y los servicios esenciales pasan a ser ineficientes.
El control del estado en la planificación urbana de las ciudades es fundamental para que estas crezcan y se desarrollen de forma armónica evitando complicaciones futuras. Hay ciudades que se pueden expandir en altura y otras que se extiende hacia la periferia o con rutas, caminos y vías férreas que la comuniquen de forma rápida y eficiente al centro de la ciudad. Hay ciudades llamadas “dormitorio” que son aquellas que no tienen en su centro ninguna industria o comercio donde se puedan desarrollar actividades laborales. Los habitantes de estas ciudades inevitablemente se desplazan a otros lugares donde está su fuente de trabajo.
Las nuevas ciudades se planifican de forma ordenada teniendo en cuenta que su crecimiento y desarrollo tiene que ser ordenado y la planificación urbana es fundamental para que ese objetivo se cumpla a la perfección. Calles, parcelas, rutas, espacios libres, límites de altura en los edificios, equilibrio entre los metros construidos en cada parcela y el espacio libre que tiene que quedar como pulmón de manzana son los detalles de planificación inteligente de las ciudades modernas.