A partir del descubrimiento de la electricidad y sus distintas posibilidades de aplicaciones se comenzó el estudio e investigación de cómo transportar esa energía y cuáles eran los materiales más adecuados para cumplir con esa función. Los conductores eléctricos en un primer momento se aislaron por medio de una malla tejida de algodón empapada en caucho hasta que se comenzó con la utilización de distintos materiales plásticos más resistentes y económicos. En una primera etapa los conductores eléctricos eran de un solo cable de distintos grosores hasta que descubrió la conveniencia de trenzar varios cables finos formando el mismo espesor.
Los cables de varios hilos de metal lograron que las instalaciones fueran más flexibles facilitando su colocación en cañerías internas que en un primer momento eran caños de metal siendo luego reemplazados por caños plásticos flexibles muchos más económicos y seguros. Las cajas y caños de metal utilizados en las instalaciones suelen provocar cortos circuitos al ponerse en contacto con algún sector del cable mellado electrificando toda la cañería.
Los cables de la actualidad están preparados para resistir cambios de temperaturas y son muchas veces más resistentes que los primeros cables de un solo hilo con cubiertas de tela y caucho. Los superconductores de electricidad relacionan la resistividad eléctrica según la temperatura y los estudios y análisis de James Dewar en el siglo XIX lo convirtieron en el pionero de estos descubrimientos completados en el año 1911 por el holandés Heike Kamerlingh Onnes al descubrir que la resistencia eléctrica del mercurio desaparecía al enfriarse recibiendo por estas y otras investigaciones el premio Nobel de física.